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50 años después de la obra de teatro (1968) y de la no menos exitosa película, ahora hay una nueva obra de teatro (2018) y una nueva película (2020). Este éxito no era previsible en un principio: debido a su forma provocativa, la película no solo fue amada por los gays, sino también odiada.
La película: “Los chicos de la banda” (1970)
La película trata de una fiesta de cumpleaños de un total de ocho amigos gays de mediana edad. La fiesta la preparan Michael y su amante Donald. Uno a uno llegan los invitados: el afeminado Emory, el librero afroamericano Bernard, el masculino y conservador Hank y el fotógrafo de moda Larry.
La composición del grupo parece seguir un encasillamiento familiar: Entre los gays hay una pareja, un hombre abandonado, un alcohólico seco y hombres que quieren ser monógamos o tener una relación abierta. En medio de los preparativos, Michael recibe una llamada de Alan McCarthy, su antiguo amigo (heterosexual) de la universidad, pidiéndole que se reúna. A pesar de la fiesta, invita a Alan a su apartamento. Esta aparición de Alan cambia el ambiente bullicioso, ya que Michael pide a sus amigos que no se muestren tan llamativamente gay.
El último en aparecer es Cowboy-Tex, una prostituta guapísima pero simplona, vestida de vaquera, que Emory ha conseguido como “regalo” para el cumpleañero Harold, y al final el propio Harold. Al principio hay un intercambio amistoso sobre relaciones y asuntos, pero entre Harold y Michael también hay intercambios de palabras hirientes. Cuando empieza una tormenta, el grupo se retira de la terraza al salón de Michael. Los conflictos se exacerban aún más con el alcohol. A medida que avanza la velada, el ambiente pasa de una charla informal sobre los problemas de la vida gay a un juego en el que todos deben llamar a su gran amor para confesarle sus sentimientos.
La calificación de la película
La película fue criticada no sólo por los conservadores, sino también por los homosexuales, que percibían a los personajes como autodestructivos y poco simpáticos. Cuando Mart Crowley, autor del guión de la obra y de la película, fue preguntado por los activistas gays por qué no había descrito experiencias positivas de hombres gays, señaló que muchos hombres gays de los años 60 se odiaban a sí mismos debido a la discriminación y que él no había querido idealizar la situación.
De las muchas críticas y análisis que han aparecido sobre esta película, me gustaría centrarme en la de Vito Russo, que en su habitual obra “The Gay Dream Factory. Homosexuality in Film” (1990, esp. págs. 140-143) – publicado por primera vez con el título original de “The Celluloid Closet” en 1981 – encuentra sistemáticamente palabras sabias y críticas sobre la homosexualidad en el cine.
En primer lugar, sitúa a “Los chicos de la banda” en su época: El rodaje de la película coincide con el renacimiento del politizado movimiento gay estadounidense y, por tanto, con una época en la que el escondite heterosexual era la norma. Un papel en una película gay puede hacer o deshacer una carrera cinematográfica. En este caso, Robert La Tourneaux, según su propio relato, perdió el papel principal de la película “Love Story” (1970) en favor de Ryan O’Neal tras su papel de prostituto.
Al parecer, Russo tiene una actitud ambivalente hacia la propia película: la película fue “recibida como un evangelio”, aunque sólo era un “compendio superficial de estereotipos aceptables sin esfuerzo” y consistía en chistes sobre homosexuales “disfrazados de filosofía”. Los “personajes eran perdedores […] pero prepararon el camino para los ganadores”. En general, la película no fue positiva, pero fue justa. El odio a sí mismo que se muestra aquí fue el “mejor y más convincente argumento a favor del movimiento gay jamás ofrecido por una forma de arte popular”. En opinión de Russo, las protestas del incipiente movimiento gay no se dirigían en absoluto contra los estereotipos de la película, sino sólo contra lo que se consideraba una visión excesivamente parcial de los mismos. La película fue boicoteada, dice, pero con la debida consideración al hecho de que “provenía de la propia subcultura”.